martes, 27 de agosto de 2013

A propósito de la Feria del Libro

En la UNAB estámos con feria del libro. Son sólo cortos seis días para mirar libros, acogerlos o dejarlos. A mí me da risa ese afán de bibliófilo porque siento que hay más por leer que vida, y que la vida siempre estará en deuda con muchos autores queridos y con las buenas intenciones de lectura.


Ahora que el buen médico rural de "El Maleficio" de Broch ha inundado mis noches con sus caminatas por el Kuppron nevado, mientras ese pueblo de campesinos en el que vive (los de arriba de la montaña y los de abajo) se va llenando de odios por la llegada de la exclusión con aliento de nazismo, él me va contando su vieja historia de amor y los afanes de la medicina rural, sus miedos de viejo y los encantos de una montaña mágica a la que se quiere robar la minería. Ahora que él me acompaña y que me mira, recuerdo que tengo en la espera varios libros de Iréne Némirovski que me regaló Anita, algunos de Pamuk, las Benévolas de Littell, los cuatro tomos de las Historias de Jacob de Thomas Mann, algunos textos de José Revueltas, y las relecturas de muchos otros, tantos, que me afana que no quede vida para alcanzar a leerlos y además salir a la calle y hablar con los amigos.

De hecho he fantaseado varias veces en mundos de extraordinaria fantasía, despierto o dormido, al escribir mis cuentos y novelas, al hablar con Alejandra Vidal Olmos o con Genoveva Alcócer, con Sofía y Víctor Hughes, al disputar teorías mientras bebo algo de vino con Álvaro de Campos o con Ricardo Reis mientras tratamos de burlar las solapadas intensiones de nuestro amigo Pessoa que se encierra cada noche a escribir sus poemas. La otra noche estuve en las tertulias que armaba el polemista Papini y me dediqué a leer los diarios de George Sand y descubrir las angustias de Katherine Mansfield y de Alejandra Pizarnik.

 Que buenos ratos me ha dado la literatura y su expresión: los libros. Qué sería de mí sin su perturbación, sin que los ríos de tanta palabra escrita inundaran mis días. Literatura, libros y música, quisiera fueran el legado para mis dos hijas. ¿Para qué más en un mundo cosificado y corrupto? ¿Para qué más que las ideas y los sueños? ¿Para qué más que su entramado poema que es la música?


Por eso esos escasos seis días de libros, de conocer escritores y de oir como luchan con sus fantasmas mientras descubren la magia de la tinta y del papel, resultan tímidos pasos para un lector que se aprovecha de todo lo que se deja leer y disfruta vivo en lo que escribe sobre ello. Bienvenida la feria.