lunes, 16 de junio de 2008

De La tusa a la Calle Pahlavi en tren

Entrevista a Álvaro Serrano publicada en el año 2007 en el Magazín Dominical de Vanguardia Liberal.


Por: Carlos Andrés González León


Siempre he soñado con un tren que atraviesa Bucaramanga tal vez por el recuerdo de la estación de Café Madrid en los días en que vivía mi abuelo y se podía viajar en tren hacia la costa, por eso en varios de mis cuentos escribí sobre él funcionando en la ciudad. Años después un amigo me sorprendió cuando mencionó la existencia del Tren transoceánico a Bucaramanga, un tema musical compuesto por un tal Álvaro Serrano cuando era trompetista de la agrupación española Los Pekeniques y que era reconocido como el primer éxito del pop mundial colombiano. Años más tarde conocí a Álvaro, estaba de paso (siempre lo está) por Bucaramanga y en esas noches me mostró los esbozos de lo que hoy es su novela El mambo de la calle Pahlavi editada recientemente por (SIC) Editorial.

El mambo de la calle Pahlavi es la historia de una orquesta de baile que nace en la provincia y se proyecta en lo nacional para salir disparada en plenos años sesenta hacia España. Es también la historia de sus músicos y en especial de Mario, el trompetista, alter ego de Álvaro Serrano que lo mira con los ojos de hoy mientras revive la crónica de la pasión por la música. Músico, productor, arreglista y compositor ha trabajado con Willie Colón, Franco De Vita, Yordano, entre otros; formó parte de los Pekeniques y del experimento musical Medioevo. Hoy vuelvo a reunirme con él en su centro de operaciones Bumangués: su estudio en el barrio Los Conucos, es viernes de tarde calurosa...

C. A. G. L.: Me pasa igual que a Ibsen Martínez: nunca te he visto tocar pero siempre he escuchado con delectación tus historias, ¿por qué contar la historia de los Bopers?

A. S.: Yo fui baterista y trompetista desde muy temprano y por decisión propia a los treinta años dejé de tocar. Cuando uno es instrumentista no puede haber vida compartida con otras cosas, el instrumento te absorbe y a mí me interesaba ser arreglista y entrar en la producción discográfica y terminar de compositor. Por eso le decía a Ibsen, que durante todos estos años había concluido que los músicos somos anecdóticos, vivimos inmersos en anécdotas como los comediantes.

C. A. G. L.: ¿Por qué contar la historia de Los Bopers?


A. S.: Contar la historia del grupo es una coartada para echar el cuento que tiene que ver con el oficio de la música y con la pérdida de la inocencia. Sin embargo, el libro cuenta la historia de los Bopers porque la considero harto particular dado que es un grupo que nace en la provincia colombiana en el año 64 con personas que teníamos acceso a un repertorio altamente contemporáneo y nos complementábamos; por ejemplo, Carlos Acosta estaba en todo lo que es Rhythm and Blues y el Pop, yo estaba en lo que era jazz y en la salsa, y Ernesto Hernández, “el indio”, era un tipo que estaba en la música acústica y en la música brasileña y con armonías de guitarra contemporánea. La integración fue muy interesante con una propuesta clara, disciplina y con un objetivo definido: ser la mejor banda del país, con esa audacia propia del adolescente. Nosotros éramos orquesta de baile y de espectáculo, cantábamos a cuatro voces, de pronto dejábamos los metales y nos parábamos cuatro al frente y cantábamos un bolerazo cubano a cuatro voces o incluso un tema de los Beatles. El ansia era irnos para Bogotá, dos éramos menores de edad y tuvimos que llevar un permiso escrito para poder viajar.

C. A. G. L.:¿Cuantos conformaban el grupo en esos días y cómo se forma?

A. S.: Al principio fuimos seis, pero después terminamos siendo ocho cuando nos fuimos a España. El grupo nace, como en el libro se cuenta, a raíz de una conversación en un lugar histórico de Bucaramanga que se llamaba “La tusa” que era un bailadero célebre y extraordinariamente pintoresco. De lo cual viene un paralelo que aparece en la novela: el grupo dura los cuatro años que dura el gobierno de Guillermo León Valencia con quien además termino teniendo un encuentro sorpresivo hacia el final de la historia. Los Bopers se formaron en Bucaramanga, pasaron a Bogotá, donde se encuentran con Lucho Bermúdez y Pacho Galán, con quienes compartimos escenario y terminan contratados en Barranquilla. Allí tuvimos una relación muy especial con Álvaro Cepeda Samudio y la gente de la Cueva que menciono y luego nos fuimos a España en donde nos fue sumamente bien. Es justo en ese punto donde inicia la aventura con una suerte de cautiverio, pues tuvimos que pasar cinco meses retenidos en Irán. De ahí el nombre del libro pues la Calle Pahlavi era la avenida que llevaba el nombre de Sha que era Reza Pahlavi y ahí está esa historia oscura con sus luces momentáneas, llena de dureza pues a punto de vigor adolescente resistimos, y que con el correr de los años se va develando en mi interior convirtiéndose en una asignatura pendiente que treinta años después termino escribiendo.

C. A. G. L.:¿Ustedes no tuvieron una adolescencia común?

A. S.: Nosotros fuimos unos genuinos desfasados. Fue un proceso de “empresa juvenil”si así se le pudiera llamar y es lo que se ve en el libro que responde a cuánto dura una pasión y cuándo se agota.

C. A. G. L.:¿Dentro del Género narrativo tu libro es una novela o una crónica?

A. S.: Hay una expresión que acuñó Norman Mailer: Faction haciendo alusión a la ficción pero nutrida de hechos, de ahí el juego de palabras. Claro, el Mambo es una crónica de cabo a rabo, pero es ficción porque yo necesito que la gente se llame distinto y que en lugar de que un personaje real se llame Jimmy Salcedo sea mejor Johnny, es la necesidad de sentirme libre para abolir o modificar lo que me parezca, aunque en esencia lo que está contado ahí es cierto, aunque lo que uno busque no sea la certidumbre sino la verosimilitud.

C. A. G. L.: Tuve la fortuna de conocer los textos que originaron la novela y eran cuentos independientes, recuerdo que en uno se contaba la historia de la banda en Marquetalia en el año 64, que en otro se narraba la retensión en Teherán y quizás en alguno de ellos tu encuentro nocturno con el ex presidente Guillermo León Valencia en España en una noche de farra. Eran textos en primera persona, el texto actual es a tres voces ¿Cómo fue ese proceso creativo?

A. S.: Yo soy un escritor tardío y en realidad lo considero como un ensayo general en el aprendizaje que aún continúa, yo me vi en la necesidad de escribir la historia tres veces porque no terminaba por gustarme el resultado. Las tres voces aparecen por los personajes pues el protagonista era una adolescente y un adolescente no podía decir las cosas como las pienso ahora, por lo que tuve que crear los cuadernos de inglés, que en verdad existieron y en los que hacía anotaciones marginales sobre sucesos sin que fuera un diario, todo esto acompañado de una voz reflexiva del yo adulto. El adolescente, los cuadernos y el adulto.

La vida del músico es muy diferente de la del oficinista tradicional, esa actividad musical, de producción, arreglos y composición.

C. A. G. L.: Álvaro, en la novela hay un encuentro muy especial con la actriz Ava Gadner ¿qué fue lo que más te gusto de ella aparte del beso? No sé, quizás sus pies. Ella abría un poco la sonrisa y te atrapaba. Pero bajo el punto de vista sensorial los pies, porque en todo tiempo se mantuvo descalza, incluso, como lo cuento ella se fue a duchar y cuando regresó lo hizo descalza con una bata, una especie de kimono y aun cuando todo en ella impactaba no se han podido olvidar sus pies ni ese muslo que se destapa casual en un momento dado.


C. A. G. L.:¿Cómo termina Álvaro en Bucaramanga?

A. S. :Todo cambió drásticamente a partir de Internet y si hay la posibilidad de que pueda conseguir buen vino a precio bumangués, que era antes imposible, puedo trabajar igual que en Manhatan o en Madrid o en Caracas.

C. A. G. L.: Álvaro, en la novela hay un encuentro muy especial con la actriz Ava Gadner ¿qué fue lo que más te gusto de ella aparte del beso?

A. S. : No sé, quizás sus pies. Ella abría un poco la sonrisa y te atrapaba. Pero bajo el punto de vista sensorial los pies, porque en todo tiempo se mantuvo descalza, incluso, como lo cuento ella se fue a duchar y cuando regresó lo hizo descalza con una bata, una especie de kimono y aun cuando todo en ella impactaba no se han podido olvidar sus pies ni ese muslo que se destapa casual en un momento dado.


C. A. G. L.:¿Por qué vuelves a Bucaramanga?

A. S.: Todo cambió drásticamente a partir de la Internet y mientras tenga la red y pueda conseguir, como en efecto sucede, una botella de muy buen vino a precios de Bucaramanga, resulta lo mismo trabajar aquí que en Caracas, Manhattan o Madrid.

C. A. G. L.: ¿Qué sucede después de Los Bopers, como llegas a formar parte de los Pekeniques y a componer El tren transoceánico a Bucaramanga?

A. S.: Los Bopers se separan en España luego de la travesía por Irán y de ahí viajo a México con un grupo italiano; poco después regreso a España con Los Ducados cuyo nombre derivó del hecho de que varios de sus miembros fumaban esa marca de cigarrillos españoles y como necesitábamos firmar como banda los contratos el grupo terminó por llamarse así. De ahí volvimos a México por tres años inolvidables y luego regresé a España en donde me mantuve en una banda de Soul de Carl Douglas que se llamaba Explotion, hicimos gira y en verano conocí a uno de los miembros de los Pekeniques que era productor independiente y él vio lo que quería hacer y me llamó a trabajar con ellos, entramos tres colombianos y se hizo un disco que casi pasa por apócrifo porque tiene una historia muy rara. Los convocados conmigo habían hecho parte de un grupo de rock colombiano bogotano que se llamaba “Los Speakers”, uno de ellos era un andaluz que se había ido a vivir a Bogotá y fíjate lo curioso, en el libro de Olga Behar “Las guerras de la paz” se le menciona como integrante del ELN y coautor del primer secuestro aéreo de la historia de Colombia, él era Rodrigo García, hombre adusto y músico exquisito, pianista y guitarrista; hasta ahora vengo a enterarme del asunto, y la historia viene al disco que comentaba, pues allí se grabó un tema mío “El tren transoceánico a Bucaramanga” y resulta que es la canción que proyecta internacionalmente a los Pekeniques, fue un hit en Francia, Holanda, Italia y Brasil, incluso me he sorprendido esta semana al encontrar una página en la red que con ese mismo nombre.

A eso de las seis de la tarde, luego de unos vinos y de hablar sobre la charanga de Tito Rodríguez y de la música de Miles Davis, Álvaro me confiesa la existencia de los borradores de su nueva novela y con mirada triste me emplaza como buen Bumangués en retiro: a esta ciudad de intelectuales le hace falta descubrir lo sensible, aunque detrás de los muros siempre hay sorpresas... Es en ese instante cuando salido de la nada el sonido del tren transoceánico en su ruta de la noche nos aturde mientras avanza por la carrera treinta y tres rumbo al centro de la ciudad.

Bucaramanga, enero de 2007.
Para ver el Tren Transoceánico A Bucaramanga:

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