viernes, 19 de diciembre de 2008


miércoles, 10 de diciembre de 2008

TOM WAITS, para qué más cuando la noche apenas comienza....



Qué puedo decir: Me gusta la música de Tom Waits, me gusta su actitud... Al borde de todos los bordes con el mundo entre los dedos, sutilmente atrapado... Aun recuerdo la primera vez que lo oí en un bar... Sus dos primeros álbumes dejan a cualquiera fuera de borda y con el grito "Hombre al agua" en el ambiente, sin querer salir de allí. Hoy me encuentro por la red con este artículo de Bruno H. Piché, quién directamente transcribe del libro Mac Montandon, Tom Waits / Conversaciones, entrevistas y opiniones, Barcelona, Global Rhythm Press, 2007) algunas citas... estoy de acuerdo con él, no es necesario decir más... yo también lo transcribo (pueden leerlo en esta dirección: http://www.letraslibres.com/index.php?art=13213 ).
Y ahí va, Tom Waits...

– No vayas tan lejos en el pasado. Ahí atrás me pierdo. (Magnet, 2004)


– Me gusta la contaminación, el tráfico, la gente rara, los atascos, los vecinos molestos, los bares abarrotados, y paso la mayor parte del tiempo en el coche yendo a ver una película. (Nota de prensa de The Heart of Saturday Night, 1974)

– Pueden pasar muchas cosas en el viaje cuando algo tiene que descender todo el trayecto desde tu cerebelo hasta tus dedos. A veces escucho discos, mi propio material, y pienso, Dios, la idea original para esto era mucho mejor que la mutación a la que hemos llegado. Lo que procuro actualmente es captar lo que surge y mantenerlo vivo. Es como acarrear agua con las manos. Quiero conservarlo todo, y a veces cuando llegas al estudio ya no queda nada. (Option, 1989)

– Pasé un periodo en que era como daltónico con respecto al sonido. O astigmático del oído. (Magnet, 2004)
                                                                                    

– Al cabo de un tiempo, la música con muchos instrumentos de cuerda suena como Perry Como. Esa es la razón por la que ya no trabajo demasiado con el piano. Es como la escuela. Quieres verla en llamas. (Playboy, 1988)

– Cuando las leyes que gobiernan tu locura privada se aplican a la rutina diaria de vivir, tu vida puede coagularse y colisionar. (Musician, 1987)

– Mi esposa ha sido genial. He aprendido mucho de ella. Es católica irlandesa. Tiene todo el oscuro bosque viviendo en su interior. Me empuja a lugares a los que yo no iría. ¿Y los niños? Creativamente, son asombrosos. El modo en que dibujan, ¿sabes? Se salen de la hoja de papel y siguen dibujando por las paredes. Desearías ser tan abierto. (Playboy, 1988)

– Desde pequeño pensé que los mendigos y los vagabundos, la gente que vivía al raso, sabían algo más, o algo distinto. Estaba convencido de que los que no tienen nada lo tienen todo. Ya sé que esto no es verdad a la fuerza, pero me lo creí e intenté vivir durante mucho tiempo con muy poca cosa. Un sitio abierto y un corazón abierto: eso me pareció importante. (El País, 1999)

– El hecho de que tú no pesques nada no significa que no haya peces ahí afuera. (LA Weekly, 1999)

– Mi esposa y yo leemos el periódico y recortamos cientos de artículos, y entonces leemos el periódico de ese modo, sin todo lo demás. Es nuestro propio periódico. Hay mucho relleno en el periódico y el resto es publicidad. Si lo condensas y te quedas con las historias esenciales, como la historia sobre el pez con un solo ojo y tres colas que hallaron en el lago Michigan, renuevas totalmente tu relación con el periódico. (Magnet, 1999)

– El día que recogen la basura, te das cuenta que alguien está husmeando en la tuya, sacas la cabeza por la ventana y le dices: “¿Qué demonios está haciendo?” Y entonces se va y tú empiezas a revisar tu propia basura. Empiezas a reevaluar la calidad de tu basura, preguntándote si habrás cometido algún terrible error, si habrás tirado algo que ahora va a ser esencial en tu vida. (LA Weekly, 1999)

– Todos mezclamos verdad y ficción. Si estás atascado en un lugar de la historia, te inventas la parte que necesitas. (Rolling Stone, 1999)


– He dormido en un cementerio y viajado en trenes de carga. (Magnet, 1999)

– Hay una soledad común que se extiende de costa a costa. Es como una inconexa crisis de identidad común. Es la oscura, cálida, narcótica noche americana. Sólo espero llegar a palpar ese sentimiento antes de hallarme a mí mismo uno de estos días en la Calle Fácil. (Newsweek, 1976)

– La razón por la que los teatros no hacen espectáculos los lunes por la noche es porque los lunes por la noche eran la noche de la Horca, y nadie podía competir con la noche de la Horca. Hasta hoy, los teatros permanecen a oscuras los lunes. (Magnet, 2004)

– ¿Qué será? ¿Un infarto en un baile? ¿Un huevo tragado por el conducto equivocado? ¿Una bala perdida que llega desde un conflicto a dos millas de distancia, rebota en un poste, atraviesa el parabrisas y agujerea tu frente como un diamante? ¿Quién sabe? Fíjate en Robert Mitchum. Murió mientras dormía. Eso está bastante bien para un tipo como Robert Mitchum. (Magnet, 2004)

– La mayoría de nosotros no estamos preparados para absorber la verdad de lo que realmente está pasando. (Magnet, 2004)

– No soy el Payaso Sonrisas. O Bono. No corto el listón en las inauguraciones de supermercados. No me pongo del lado del alcalde. Tira tu pelota en mi patio, y no volverás a verla. Tengo solamente un círculo íntimo de amigos y seres queridos; lo que se llama un círculo de confianza. (The Onion, 2002)

– Soy tan sólo un rumor. (New Musical Express, 1975) ~



Para los amantes de su música, pueden buscar esta dirección y proceder como quieran:

http://www.taringa.net/posts/musica/1549027/Tom-Waits:-discografia-full-+-bootlegs.html

domingo, 23 de noviembre de 2008

Bocetos y fugas para el camino a la contemplación: la música de Juan Pablo Cediel

Entrevista publicada en la revista de AUDITORIO de la dirección cultural de la UIS (No.12 Noviembre de 2008).
Por Carlos Andrés González León

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Conocí a Juan Pablo Cediel hacia el año 2002 cuando iba a los ensayos de El Barbero del Socorro en casa de Carlos Acosta de Lima. Me llamó la atención el hecho de que este sangileño de pura cepa era zurdo y que mantenía la guitarra con sus cuerdas en el mismo orden (el tiránico orden de los derechos) y para tocarla simplemente la volteaba. No sabía que su instrumento de estudio era el piano y menos de su amor por la composición y la orquestación. Hoy, en los tiempos revueltos de la era de acuario y del recalentamiento global, Juan Pablo ha lanzado su primer albúm que incluye once piezas de su autoría. Y como los músicos de provincia, lleva los discos consigo, siendo él y su público incondicional sus únicos promotores.

Habíamos quedado de hacer una entrevista en la universidad el cinco de septiembre, mientras tomábamos un café, ambos incumplimos la cita, pero hacia las seis de la tarde, luego de una afanosa llamada, ese mismo día apareció por mi oficina en el Parque Bolívar, en donde lo esperaba para hablar sobre su primer álbum y sobre su música. Descargó su morral y mientras oíamos a Bill Evans con su trío tocando en vivo desde Tokio un tema de Alberto Cortés, en plena tarde lluviosa hasta el capricho, me informó de los datos básicos: que era maestro de música de la UNAB con énfasis en teoría y composición; que tenía 25 años y que fue de ese grupo de estudiantes que tuvo la fortuna de haber sido alumno del maestro Blas Emilio Atehortua durante su estadía como profesor en Bucaramanga, así como de Pedro Sarmiento; que inició sus estudios de música desde los doce años impulsado por su padre, Elías Cediel, docente y músico empírico, quien le enseñó el ABC de la música y que su maestra de piano fue la pedagoga española Emilia Gómez de Carreño.

Odio la tiranía de la entrevista con los amigos, con quienes es mejor conversar, Juan Pablo es muy serio en lo suyo y además fluido y técnico, así que luego de revisar los discos y los libros, se sentó para dejarse llevar por las palabras. Le pregunto por sus influencias. “Mi música es producto de muchas formas de música, si bien para mí lo principal hoy es la música popular, puedo encontrar con claridad la influencia de la música colombiana, del jazz y del rock, y por supuesto, de la formación clásica, que fue parte de mi educación natural”.    

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 Los músicos en el Auditorio Luis A. Calvo
-En su disco hay un gran nivel de fusión entre esos géneros musicales, ¿Qué aceptación ha tenido?
-No es fácil para los románticos de la música colombiana, que son muy ortodoxos en sus apreciaciones. Si bien la ortodoxia hay que respetarla, no se debe ser extremo, pues sería una equivocación pretender que un músico no se salga en su trabajo de un determinado patrón. El músico debe abrirse a otros lenguajes. Nosotros, culturalmente, somos una mezcla y por esa misma razón no podemos estancarnos, pues existen otras posibilidades tímbricas y rítmicas, sin que se trate de jazz o de rock, sino de nuevas sonoridades, algo mucho más sencillo.
-¿Cómo fue el proceso de composición del material que integra el disco?
-En realidad el proceso duró un periodo de tiempo comprendido entre los años 2005 y 2008. Siempre llevo conmigo una agenda, un diario en el que escribo en los ratos que me permite el trajín, sea en un café o en una tienda de esquina, son bocetos, notas que luego arreglé y desarrollé, algunos directamente en el estudio, otras en el papel, de manera previa.

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Todo Cediel en acción

-¿Cómo fue el proceso de grabación?
-Grabamos con Edwin Castañeda, tiplista y requintista, en sus equipos.
Esa fortuna de haber contado con uno de mis amigos Barbero del Socorro, me permitió además abaratar gastos en el trabajo intenso y en las discusiones que tomaron su tiempo. Se hizo una maqueta, y luego vinieron las grabaciones con Daniel Gómez (contrabajo), Edwin, Miguel Rodríguez, que es excelente improvisando solos en la guitarra, y Jeyson Castellanos, en la batería y la colaboración de Diego Serrano en algunos temas.
-¿Qué caracteriza los temas del disco?
-La sencillez compositiva. Casi todos fueron miniaturas en su origen y se quedaron así. Otros temas se complementaban por el lugar en que fueron escritos, por ejemplo, me influenció mucho el hecho de haber podido viajar a Europa y haber podido oír la música nueva en Francia y España; haber conocido el jazz alemán contemporáneo que reúne a un tiempo elementos muy clásicos con rasgos de la música que ellos hicieron hace doscientos años, con sonoridades muy europeas. Además tuve la oportunidad de ver grupos de todas las nacionalidades, desde grupos africanos a grupos americanos y europeos, durante los festivales en los que tuve la oportunidad de estar. Esa especial recepción de sonoridades y de texturas influye en lo que haces, nunca las olvidas Quiero buscar esas sonoridades y manejo de lenguaje en la música de mi país.
En otros temas lo que importaba era la textura y dependían de ella, por ejemplo en “Bocetos” primero escribí la parte A y así quedó; luego empecé a ver que había temas que tenían el mismo formato y los uní junto con el sólo de contrabajo y los cortes para batería, acompañados del piano.
-¿Cómo va el disco comercialmente?
-Creo que muy bien. El público del disco y de los conciertos es joven y principalmente universitario, no sólo estudiantes de música.
-¿Cómo ves el trabajo de músico, compositor e intérprete en la región?
-Mejorando. Hace diez años eran muy pocos los que se atrevían a correr el riesgo.
Quizás en Bucaramanga el maestro Carlos Acosta de Lima fue el primero en correrlo en forma seria, y justo a él se debe gran parte de ese proceso de formación y difusión cultural. Lo hizo con el jazz y con la música colombiana; un ejemplo de ello fue El Barbero del Socorro, agrupación de la cual hicimos parte un grupo de músicos, algunos se fueron dentro de su proceso natural de formación, otros se quedaron; tengo presentes a Edwin, Adrián Manrique, Ricardo Varela Gabriel Jiménez, Jacobo Reyes y a Rafael Villamizar, todos reconocidos como grupo y de manera individual por su trabajo de más de diez años.

-En este momento, recién salido al mercado su primer disco, ¿Qué perspectivas tiene?
-Seguir escribiendo. Hacer música para formatos más grandes como orquesta sinfónica . Lo que obliga a continuar con mis estudios. Ahora estoy trabajando para el formato de banda y de orquesta que tiene intensidades y timbres más difíciles.
-¿Cómo definirías la música que integra el álbum, como trabajo de arreglo y composición y como trabajo de grupo?
-Es música colombiana, con fusión, armonía y frases del jazz. El formato del grupo integra la música colombiana, la fusión, el jazz, y la música clásica. Sin embargo, la carga de espontaneidad la hace música de corazón y espíritu más que de estudio.
Luego de que se va de mi oficina dejo que suenen los once temas que integran el disco… Bocetos de un período de vida, anotaciones de un joven de provincia que extiende su mano a la música que su maestro Acosta, ha llamado música total… La noche sigue caprichosa, llueve y ventea, entre la contemplación, los bocetos… en un lugar de la tinta.

Ciudad de los Parques
Septiembre 5 de 2008.

jueves, 3 de julio de 2008

De regreso a Casa

Para papá, Alejandra y Oswaldo cuando van de camino hacia a sus cosas.



El jueves de la semana pasada, hacia las ocho de la noche, me encontraba solo a la mitad del camino hacia mi casa, iba tranquilo y cansado por haber trabajado el día entero en mis labores rutinarias de profesor, había llovido y sobre la ciudad bochornosa quedaba un manto brillante de luces sobre el pavimento y uno que otro gato arisco vagabundeando. Venía, debo confesarlo, metido entre mis libros, si se me permite la manera de decirlo, atrapado por los pensamientos de otros leídos. Claro, –pensaba; es lógico que en esta ciudad escondida pocos gusten de Balzac (acababa de conseguir La Comedia Humana completa en su segunda edición, y me sentía orgulloso de recordarla entre mis estantes), hoy quienquiera puede ver y entrar en los grandes salones sentándose enfrente de un ordenador y buscando la información; y justo hoy es más difícil llamar a las cosas por su nombre. Como las vemos, las ignoramos. En ese instante apareció un hombre vestido pulcramente, de bigote, anteojos y con sombrero, -atuendo más que extraño en estos días. Se hizo a mi lado y me habló como si de tiempo atrás le conociera. Dijo: “Hay muchos que carecen de metafísica.”

Le pregunté por su nombre, “para qué pregunta lo que ya sabe, usted estuvo el día de mi muerte en Lisboa, en el año treinta y cinco…”

Nos sentamos en la banca de un parque… Lloviznaba.

-Todos los lugares son iguales. Están cargados de la misma nostalgia.
-¿Nostalgia?
-Ella siempre está allí, como una persona que deambula por las calles y que busca un amigo. Una circunstancia. ¿En qué pensaba cuando lo encontré? Estaba usted cabizbajo…
- Pensaba en libros, pensaba en Balzac.
-Pensaba en muertos…
-Es probable, así es la literatura.
- Entonces acepta que ahora usted no está y está al mismo tiempo…
- ¿Perdón?
-En realidad usted se encontraba en una página oculta de su vida, tratando de evadirla a través de Balzac
-mmm
- Es posible querido amigo que en cualquier momento y por el cauce que sea, aparezca el poema, uno, hermético.
-Recuerdo cuando papá me enseñó a elevar cometas en Lebrija. De todas las clases de cometas… La última que tengo presente era un paracaidista… Había que llenar el muñeco con agua. Con las cometas siempre estuvo el eterno sueño del vuelo. Se veía a lo lejos la ciudad y el viento tenía tal fuerza que era difícil mantener sujetadas las cuerdas… Era como si la cometa tuviera vida propia, una vida más corta y por lo tanto más afanosa, una vida tocada por lo dioses; así aprendí a mirar las nubes, así comprendí que había otros lugares, otras formas… No sé si papá se habrá dado cuenta…
-Ya tenía todo esto en su cabeza y usted no lo sabía.
- De saberlo, hubiera hecho más sencillo cada asunto de mi vida.
-De haberlo sabido estaría usted caminando de una manera más tranquila, ausente de metafísica, reduciendo su metafísica a la camándula y la confesión.
-¿Quién lo podría asegurar?
- mmm

Pasó un paseador de perros con siete animales enormes por nuestro lado, casi arrastrado por ellos. Pessoa se despidió. Tenía una cita con un caballero de apellido Mora.

De nuevo solo por las calles. Cada quien tiene su Virgilio cuando va camino a casa.



Ciudad de los Parques, 3 de junio de 2008.






miércoles, 25 de junio de 2008

UN PIRATA



Hoy conocí al señor X, librero profesional. Administra una librería de antigüedades. C. A. lo contacta conmigo, sabe que también busco libros antiguos para los amigos y para mí. Veo en él la misma mirada pirata, el mismo afán. No somos delatados coleccionistas más sí lectores empedernidos y amantes del libro como objeto: Los sarcófagos y nosotros sus sepultureros convenidos por el tiempo y la polilla. Ambos borrachos, invocamos a Lowry con su beber hasta la sobriedad. Hablamos un poco de historias de libreros, que son apasionantes soledades y aventuras. De cómo descubrimos bibliotecas y evitamos que sean dilapidadas por los hijos o herederos, mejor, de sus obsesos propietarios y lectores originales.

Cruzamos números de teléfonos, direcciones, con la mirada mercenaria tras los ojos: no se atraviese en mi camino que he encontrado manuscritos originales de Balzac, tres pesos me han costado (fanfarronería permitida, el pillaje es valioso). He logrado de una biblioteca en Manizales la primera edición francesa de Los Demonios de Fedor, suscrita por Gide y dedicada a uno de sus amantes. En otra un libro firmado por Pavese, otro por Hesse dedicado al señor X de quien era amigo y con quien se carteaban permanentemente durante el periodo de la construcción de “El juego de abalorios”. Y así, uno tras otro, ¿mentira? ¿vanidad?, vaya a saber quien así lo pueda.

Nuestro anfitrión C. A., escuchaba callado, creo que tomaba nota de todo. Terminamos la charla hacia las cuatro de la tarde, ya ebrios y sin dinero, los viáticos de la empresa pagaban nuestros excesos. Él hablaría en una conferencia hacia las seis de la tarde sobre el demonio y un cura lo refutaría. Había convenido en asistir a la charla pero debía negociar primero una edición, la primera, del Viaje a Pie de Don Fernando González dedicado por el autor a un amigo... No quería perderla y el pirata ya lo intuía.

Son las ocho de la noche y hace un calor de demonios. Bebo una copa de vino tinto y en mi balcón, con el libro sobre mis piernas, leo de la primera edición, el por qué de ese andar de a pie, satisfecho... mientras el otro, mi amigo el pirata, se emborracha lamentando mi tesoro negociado.

Ciudad de los Parques
(28 - 11- 2003).

lunes, 16 de junio de 2008

De La tusa a la Calle Pahlavi en tren

Entrevista a Álvaro Serrano publicada en el año 2007 en el Magazín Dominical de Vanguardia Liberal.


Por: Carlos Andrés González León


Siempre he soñado con un tren que atraviesa Bucaramanga tal vez por el recuerdo de la estación de Café Madrid en los días en que vivía mi abuelo y se podía viajar en tren hacia la costa, por eso en varios de mis cuentos escribí sobre él funcionando en la ciudad. Años después un amigo me sorprendió cuando mencionó la existencia del Tren transoceánico a Bucaramanga, un tema musical compuesto por un tal Álvaro Serrano cuando era trompetista de la agrupación española Los Pekeniques y que era reconocido como el primer éxito del pop mundial colombiano. Años más tarde conocí a Álvaro, estaba de paso (siempre lo está) por Bucaramanga y en esas noches me mostró los esbozos de lo que hoy es su novela El mambo de la calle Pahlavi editada recientemente por (SIC) Editorial.

El mambo de la calle Pahlavi es la historia de una orquesta de baile que nace en la provincia y se proyecta en lo nacional para salir disparada en plenos años sesenta hacia España. Es también la historia de sus músicos y en especial de Mario, el trompetista, alter ego de Álvaro Serrano que lo mira con los ojos de hoy mientras revive la crónica de la pasión por la música. Músico, productor, arreglista y compositor ha trabajado con Willie Colón, Franco De Vita, Yordano, entre otros; formó parte de los Pekeniques y del experimento musical Medioevo. Hoy vuelvo a reunirme con él en su centro de operaciones Bumangués: su estudio en el barrio Los Conucos, es viernes de tarde calurosa...

C. A. G. L.: Me pasa igual que a Ibsen Martínez: nunca te he visto tocar pero siempre he escuchado con delectación tus historias, ¿por qué contar la historia de los Bopers?

A. S.: Yo fui baterista y trompetista desde muy temprano y por decisión propia a los treinta años dejé de tocar. Cuando uno es instrumentista no puede haber vida compartida con otras cosas, el instrumento te absorbe y a mí me interesaba ser arreglista y entrar en la producción discográfica y terminar de compositor. Por eso le decía a Ibsen, que durante todos estos años había concluido que los músicos somos anecdóticos, vivimos inmersos en anécdotas como los comediantes.

C. A. G. L.: ¿Por qué contar la historia de Los Bopers?


A. S.: Contar la historia del grupo es una coartada para echar el cuento que tiene que ver con el oficio de la música y con la pérdida de la inocencia. Sin embargo, el libro cuenta la historia de los Bopers porque la considero harto particular dado que es un grupo que nace en la provincia colombiana en el año 64 con personas que teníamos acceso a un repertorio altamente contemporáneo y nos complementábamos; por ejemplo, Carlos Acosta estaba en todo lo que es Rhythm and Blues y el Pop, yo estaba en lo que era jazz y en la salsa, y Ernesto Hernández, “el indio”, era un tipo que estaba en la música acústica y en la música brasileña y con armonías de guitarra contemporánea. La integración fue muy interesante con una propuesta clara, disciplina y con un objetivo definido: ser la mejor banda del país, con esa audacia propia del adolescente. Nosotros éramos orquesta de baile y de espectáculo, cantábamos a cuatro voces, de pronto dejábamos los metales y nos parábamos cuatro al frente y cantábamos un bolerazo cubano a cuatro voces o incluso un tema de los Beatles. El ansia era irnos para Bogotá, dos éramos menores de edad y tuvimos que llevar un permiso escrito para poder viajar.

C. A. G. L.:¿Cuantos conformaban el grupo en esos días y cómo se forma?

A. S.: Al principio fuimos seis, pero después terminamos siendo ocho cuando nos fuimos a España. El grupo nace, como en el libro se cuenta, a raíz de una conversación en un lugar histórico de Bucaramanga que se llamaba “La tusa” que era un bailadero célebre y extraordinariamente pintoresco. De lo cual viene un paralelo que aparece en la novela: el grupo dura los cuatro años que dura el gobierno de Guillermo León Valencia con quien además termino teniendo un encuentro sorpresivo hacia el final de la historia. Los Bopers se formaron en Bucaramanga, pasaron a Bogotá, donde se encuentran con Lucho Bermúdez y Pacho Galán, con quienes compartimos escenario y terminan contratados en Barranquilla. Allí tuvimos una relación muy especial con Álvaro Cepeda Samudio y la gente de la Cueva que menciono y luego nos fuimos a España en donde nos fue sumamente bien. Es justo en ese punto donde inicia la aventura con una suerte de cautiverio, pues tuvimos que pasar cinco meses retenidos en Irán. De ahí el nombre del libro pues la Calle Pahlavi era la avenida que llevaba el nombre de Sha que era Reza Pahlavi y ahí está esa historia oscura con sus luces momentáneas, llena de dureza pues a punto de vigor adolescente resistimos, y que con el correr de los años se va develando en mi interior convirtiéndose en una asignatura pendiente que treinta años después termino escribiendo.

C. A. G. L.:¿Ustedes no tuvieron una adolescencia común?

A. S.: Nosotros fuimos unos genuinos desfasados. Fue un proceso de “empresa juvenil”si así se le pudiera llamar y es lo que se ve en el libro que responde a cuánto dura una pasión y cuándo se agota.

C. A. G. L.:¿Dentro del Género narrativo tu libro es una novela o una crónica?

A. S.: Hay una expresión que acuñó Norman Mailer: Faction haciendo alusión a la ficción pero nutrida de hechos, de ahí el juego de palabras. Claro, el Mambo es una crónica de cabo a rabo, pero es ficción porque yo necesito que la gente se llame distinto y que en lugar de que un personaje real se llame Jimmy Salcedo sea mejor Johnny, es la necesidad de sentirme libre para abolir o modificar lo que me parezca, aunque en esencia lo que está contado ahí es cierto, aunque lo que uno busque no sea la certidumbre sino la verosimilitud.

C. A. G. L.: Tuve la fortuna de conocer los textos que originaron la novela y eran cuentos independientes, recuerdo que en uno se contaba la historia de la banda en Marquetalia en el año 64, que en otro se narraba la retensión en Teherán y quizás en alguno de ellos tu encuentro nocturno con el ex presidente Guillermo León Valencia en España en una noche de farra. Eran textos en primera persona, el texto actual es a tres voces ¿Cómo fue ese proceso creativo?

A. S.: Yo soy un escritor tardío y en realidad lo considero como un ensayo general en el aprendizaje que aún continúa, yo me vi en la necesidad de escribir la historia tres veces porque no terminaba por gustarme el resultado. Las tres voces aparecen por los personajes pues el protagonista era una adolescente y un adolescente no podía decir las cosas como las pienso ahora, por lo que tuve que crear los cuadernos de inglés, que en verdad existieron y en los que hacía anotaciones marginales sobre sucesos sin que fuera un diario, todo esto acompañado de una voz reflexiva del yo adulto. El adolescente, los cuadernos y el adulto.

La vida del músico es muy diferente de la del oficinista tradicional, esa actividad musical, de producción, arreglos y composición.

C. A. G. L.: Álvaro, en la novela hay un encuentro muy especial con la actriz Ava Gadner ¿qué fue lo que más te gusto de ella aparte del beso? No sé, quizás sus pies. Ella abría un poco la sonrisa y te atrapaba. Pero bajo el punto de vista sensorial los pies, porque en todo tiempo se mantuvo descalza, incluso, como lo cuento ella se fue a duchar y cuando regresó lo hizo descalza con una bata, una especie de kimono y aun cuando todo en ella impactaba no se han podido olvidar sus pies ni ese muslo que se destapa casual en un momento dado.


C. A. G. L.:¿Cómo termina Álvaro en Bucaramanga?

A. S. :Todo cambió drásticamente a partir de Internet y si hay la posibilidad de que pueda conseguir buen vino a precio bumangués, que era antes imposible, puedo trabajar igual que en Manhatan o en Madrid o en Caracas.

C. A. G. L.: Álvaro, en la novela hay un encuentro muy especial con la actriz Ava Gadner ¿qué fue lo que más te gusto de ella aparte del beso?

A. S. : No sé, quizás sus pies. Ella abría un poco la sonrisa y te atrapaba. Pero bajo el punto de vista sensorial los pies, porque en todo tiempo se mantuvo descalza, incluso, como lo cuento ella se fue a duchar y cuando regresó lo hizo descalza con una bata, una especie de kimono y aun cuando todo en ella impactaba no se han podido olvidar sus pies ni ese muslo que se destapa casual en un momento dado.


C. A. G. L.:¿Por qué vuelves a Bucaramanga?

A. S.: Todo cambió drásticamente a partir de la Internet y mientras tenga la red y pueda conseguir, como en efecto sucede, una botella de muy buen vino a precios de Bucaramanga, resulta lo mismo trabajar aquí que en Caracas, Manhattan o Madrid.

C. A. G. L.: ¿Qué sucede después de Los Bopers, como llegas a formar parte de los Pekeniques y a componer El tren transoceánico a Bucaramanga?

A. S.: Los Bopers se separan en España luego de la travesía por Irán y de ahí viajo a México con un grupo italiano; poco después regreso a España con Los Ducados cuyo nombre derivó del hecho de que varios de sus miembros fumaban esa marca de cigarrillos españoles y como necesitábamos firmar como banda los contratos el grupo terminó por llamarse así. De ahí volvimos a México por tres años inolvidables y luego regresé a España en donde me mantuve en una banda de Soul de Carl Douglas que se llamaba Explotion, hicimos gira y en verano conocí a uno de los miembros de los Pekeniques que era productor independiente y él vio lo que quería hacer y me llamó a trabajar con ellos, entramos tres colombianos y se hizo un disco que casi pasa por apócrifo porque tiene una historia muy rara. Los convocados conmigo habían hecho parte de un grupo de rock colombiano bogotano que se llamaba “Los Speakers”, uno de ellos era un andaluz que se había ido a vivir a Bogotá y fíjate lo curioso, en el libro de Olga Behar “Las guerras de la paz” se le menciona como integrante del ELN y coautor del primer secuestro aéreo de la historia de Colombia, él era Rodrigo García, hombre adusto y músico exquisito, pianista y guitarrista; hasta ahora vengo a enterarme del asunto, y la historia viene al disco que comentaba, pues allí se grabó un tema mío “El tren transoceánico a Bucaramanga” y resulta que es la canción que proyecta internacionalmente a los Pekeniques, fue un hit en Francia, Holanda, Italia y Brasil, incluso me he sorprendido esta semana al encontrar una página en la red que con ese mismo nombre.

A eso de las seis de la tarde, luego de unos vinos y de hablar sobre la charanga de Tito Rodríguez y de la música de Miles Davis, Álvaro me confiesa la existencia de los borradores de su nueva novela y con mirada triste me emplaza como buen Bumangués en retiro: a esta ciudad de intelectuales le hace falta descubrir lo sensible, aunque detrás de los muros siempre hay sorpresas... Es en ese instante cuando salido de la nada el sonido del tren transoceánico en su ruta de la noche nos aturde mientras avanza por la carrera treinta y tres rumbo al centro de la ciudad.

Bucaramanga, enero de 2007.
Para ver el Tren Transoceánico A Bucaramanga:

domingo, 8 de junio de 2008

El libro es el lugar más tranquilo de la casa

Recuerdo que al final de la novela Los Premios de Julio Cortázar hay un comentario en el cual Julio explica cómo y en dónde escribió la novela y menciona el hecho de ser el libro el lugar más tranquilo de la casa, con sus peligros naturales: no volver a salir de él nunca o no querer hacerlo.

La lectura es solo el pretexto de la imaginación, los libros el punto de partida, la iniciación del inocente. A veces nos enseñan que el libro confirma, que el libro cuestiona, sin embargo, me parece, el libro abre puertas mientras que espera silencioso hasta el día en que se deja y se ofrece... y uno lo permite. Lo demás depende de quién lo lea. También puede suceder que sea difícil encontrar el momento para que el libro haga lo suyo, porque se requiere de una especial concentración y por lo tanto de la posibilidad de transportarse a través de él: No se sigue siendo el mismo luego de ir con Hans Castorp a esquiar con el riesgo de jamás volver, ni se puede ser el mismo si alguna vez se tropezó con el Gólem y se tuvo la duda de si no era uno el Gólem.

Pero cada vez que pienso en el asunto y me convenzo más de él, me entra la duda y me carcome el desaliento. El celular suena, las reuniones agobian, y sin pensarlo demasiado aparecen las dificultades, día a día se vuelve más difícil leer. No nos dejan... y menos para esas lecturas de largo aliento...

Por eso, cuando las cocinas de las casas se desocupan, suelen ser, con sus mesones, sillas y comedores, el lugar perfecto para dejar caer el papel y el lapiz y escribir o leer, anotar, dibujar, mientras se toma un buen café, mientras el perro o el gato se pasean por ahí. No importa si es al final de la noche o hacia la madrugada, pero esa soledad entrañable fortalece el espíritu y permite conectarse con lo que se piensa o con lo que se representa a través del texto: Las palabras desaparecen y surge la imagen. No leemos palabras: las transformamos en conceptos, las convertimos en imágenes. Y ya en ella comulgamos con el otro (el ido, el escribano) y los otros (los protagonistas, sus paisajes, sus ideas). Es el verdadero sueño.

-Cuánto tiempo de vida le queda, señor, -pregunta el extraño desde la calle. Y le respondo:
-Ojalá el necesario para leerlo todo...
Entonces el viejo sonríe para darme a entender lo ingenuo que se puede ser cuando se prende la noche, cuando se corre en medio de la nada y se está en el libro.
Nuestra vida es corta; no importa cuánto dure, es corta y hay que repartirla. Somos animales escindidos por el tiempo y debemos repartirnos en un presente inestable.
Cada vez que me acerco al vacío me encuentro con las sustancia del texto, la memoria viva del hombre.

Por eso creo que Cortázar no se equivocaba: Aunque se corren peligros muy serios, El libro abierto es el lugar más tranquilo y más seguro de la casa.
Allí conocí a las brujas del Macbeth, allí conocí a Alejandra Vidal Olmos y conversé con Alma Mahler y supe a ciencia cierta que no era descabellado viajar hasta el centro de la tierra, vi a los inmortales y viajé por aquel mundo de seres extraordinarios, ocultos entre las historias de Machen y Lovecraft. Visité a Brausen y viajé lúbrico con Genoveva Alcocer...
... Y de allí aún me es difícil volver a la rutina de los días, de los asuntos comunes del trabajo de oficina.

El libro es el portal perfecto para el alma, el viaje a pie del que hablaba don Fernando González.